18 de octubre de 2016
Entre el fervor por San Brochero y el Día de la Lealtad

El arzobispo Mario Poli ofició en Italia una misa para 2.500 argentinos. Transcurrió después de la canonización del Cura Gaucho. Además, Crónica recogió algunas reminiscencias de los años en que Juan Domingo Perón vivió en Roma.

Por Alicia Barrios, enviada especial a Roma El arzobispo Mario Poli ofició la ceremonia ante cientos de cordobeses, que cantaron y lloraron de emoción. De pronto Poli, así de la nada, interpretó el pensamiento de todos: "¡Viva la virgen!" Ahí se unieron a vivar a María, Francisco y, en una sola voz que rebotaba en las paredes, exclamaban: "¡Brochero, te quiere el pueblo entero!". Así comenzó la jornada con 2.500 argentinos que regresan al país. ¿Cómo siguió?: la tentación era seguir la ruta de Perón en Roma, cuando estuvo desde 1939 a 1941, viviendo en la Piazza dell Esquilino 29, pensión Weber. Viudo de Aurelia Tizón, su primera mujer a quien amó y padeció su enfermedad, decidió aceptar la oportunidad de ser agregado militar en la embajada argentina. Todos los domingos cruzaba la calle para ir a Misa en la Basílica Papal de Santa María Maggiore y rezar a la virgen de La Salud del Pueblo Romano. En esos tiempos el coronel Perón caminaba con sus amigos: Ernesto Giménez Caballero, el escritor español, militante de Falange, a matar o morir; Virginio Zucal, agregado militar adjunto, y Clemente Gisber, el general boliviano que fue vicepresidente. Él era de la Patria Grande y armaba un grupo de tertulia latinoamericano. Eso sí, tenía un gran afecto y apego a sus maestros, como el general Graziani, brazo derecho de Mussolini, con quien hizo el curso de alpinista y fue condecorado con la Pluma de Honor. Así, junto a ellos llegaba Juan Domingo Perón al café de Rosati, en la Piazza del Popolo, adonde hoy el maitre, un moreno dominicano, evoca estos recuerdos. Por allí, en la misma década paso entre otros Charles Chaplin y la hija de Mussolini, al día de hoy es habitué. Falta una historia de las que vivió Perón en Roma, que gracias al investigador Ignacio Clopet Villars, tuvimos al alcance de la mano. La historia de amor de Perón por estos pagos tiene nombre y apellido: Juliana Dei Fiori, una jovencita, milanesa, con quien convivió en esos años. Amor apasionado. Regresó a Buenos Aires. Tiempo después, en el exilio, le pidió a Jorge Antonio que fuera a buscarla. Él lo hizo por tierra, mar y cielo, pero no la encontraron nunca más. Historias jamás contadas.
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Ayer, 17 de octubre, en Roma, como dicen los muchachos argentinos, fue un día peronista. Sol radiante, una mínima de 18 y 24 de máxima. A primera hora de la mañana, la Basílica de San Pedro abrió las puertas de par en par para homenajear en una misa al Cura Brochero.
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